martes, 26 de mayo de 2009

Interpolares

Estoy perdiendo la cabeza. Entre las 3 y 7 de la tarde el tiempo se me explota como si la nada fuera la razón del todo, y aunque bello suene y razonable es decirlo, no puedo soportar la idea de esta inercia eterna que me congela en los días de siempre.
Pero de 9 en adelante todo transcurre como un preludio al sueño. Se me queman los dedos en la hornalla, los oidos se me tapan de música, y no hay absolutamente ningun ring rang rung que me despierte de este sueño constante.
Pero las palabras no resuelven lo que es tan difícil de explicar, porque la percepción se renueva permanentemente, y mis sentidos inagotables admiten otra cosa que ayer. Entonces de quién se habla, si no es definible el humano como tal, porque dificilmnete coincide con situaciones similares, dificilmente se sabra una y cada una de las elecciones de cada momento minimo de su existencia. Y ahí queda el recuerdo. Inmanejable. Intocable. Mutandose hasta por las vertebras y en el cerebro estalla en imágenes improbables y conceptos ...
Pero justamente era esto de lo que no quería hablar. Mis mandibulas y mis ojos, y todos los musculos faciales contrayendose y estirándose para decir decir decir, con palabras con todo lo que trasmita mi voz y mi expresión algo apagada, pero siempre ese vacío, o la falta de, que es, y con lástima, existente en cada cosa que de mi floresca hacia allá, en la cercanía o lo oculto a mi visión