martes, 27 de julio de 2010

Sobre una superficie plana, apoyo mis ojos para ver sobre una linea absolutamente recta. Sobre el otro extremo hay un frasco con un líquido turbio donde flotan partículas.
A su vez, el ambiente está quieto a causa de la hermeticidad del lugar, paredes llanas, blancas.
Hay un espejo colgando en algún sitio. Eso genera mayor amplitud del espacio. Aunque no estoy interesada en ello por el momento.
Sigo observando directamente las partículas flotando de forma inconstante. Mis brazos se alargan, y de nuevo se enroscan sobre mi torso, se extienden, tocan la tapa del frasco, se vuelven hacia mi. Tienen un poco de asco, tal vez es miedo.
Pienso que ese líquido es mi cerebro. Y las partículas sos vos. Deshecha. flotando en la nada, esperando ser vaciada en el aire para limpiar tu desgaste. Quizás es mi cerebro el gastado. De todas formas no me animo a dejarlo chorrear. Acá es todo tan liso y perfectamente limpio que ese líquido quedaría ahí, tirado, un charco insulso, de mierda.
Pero de repente, me atrae demasiado la idea de beberme de un trago todo el contenido. No puedo dejar de desear la idea, que tan rápido suceden mis manos quitándole la tapa.
Ahora no me da asco. Ni miedo.
Me lo tomo todo. Siento una corriente turbulenta en mi garganta, algunas cosquillas.
Dejo reposar el frasco vacío sobre la superficie plana.
Inerte, detengo mi vista en el espejo colgando, que me refleja sombreada, inconclusa. Me acerco intrigada a esa imágen, los detalles están borrosos.
Frente al espejo siento cómo me trago mi propia lengua, y la campanilla, luego el cuello, la traquea. Pero no estoy atenta a ello, sino al sujeto frentre al espejo, que supongo seré yo.
No creo ser conciente en qué momento surgió la transofrmación.
Dejo por un momento ese encuadre para dirigirme nuevamente al frasco abandonado.
¿Qué contenía aquél, tan vacío ahora y destapado recientemente?
Alguien tomó de su contenido, es evidente porque hay gotas en el suelo, charcos pequeños.
¿Qué era lo que allí había permanecido?
De repente siento tantas náuseas que lo vomito todo. Me vomito a mi misma, la mandibula, el hígado, las uñas, las orejas, la columna, pulmones, venas, dedos, todo.
Siento tanto frío de estar vacía de mi cuerpo, un escalofrío hiriente, me lastima en totalidad.
Ante tal desesperación me meto entera dentro de un frasco de vidrio que inmóvil yace sobre una mesa de superficie plana, absolutamente plana.
Allí metida veo aparecer, de repente, dos ojos en el otro extremo que me miran inalterables, sujetos a mi forma, como queriendo meterse dentro de mi.